- ¡A ver ese anís! Que hay un "cantaor" que "tie" la garganta seca- no aparece el botijo-. Han ido a llenarlo - comenta alguien -. Ya comienzan a hacer efecto los "tragos". De madrugada, junto al juego pelota hay dos acompañantes tumbados. Les arrulla la hierba y les cubre el manto del cielo, que a esas horas aparece gris plateado. ¡Qué bien saben las tortas y los bollos hechos de fiesta, al amparo de la voz, de las mujeres dentro del horno!, oigo sus risas al comentario jocoso, mientras el chinchón, pausadamente trago. - ¡Aquí "aire"! que vive un antiguo rondador - solicita un experto tocador, ante el umbral de una romántica puerta cincelada a golpes de recios aires castellanos -alcarrenos -. Y aunque los dedos ya van doloridos, salen rasgueos y trinos con gracia y garra, hay que echar el resto: La perdiz se coge al vuelo y la liebre a la carrera. Las niñas de quince a veinte se cogen de otra manera Cantan los gallos, compañeros rondadores del alba, ya despuntan las primeras luces del sol que para esos días tanto deseamos. Hay un coro de gorriones, que por las tapias, las acacias y las higueras, van siguiendo nuestros sones. Ya en la plaza, los efectos del calorcillo nos obliga a despojarnos de la prenda que, para abrigarnos nos pusimos al entrar en el relente por los majanos. Hacemos el redondel de la plaza acompañados por un número más numeroso que, se ha formado con los más madrugadores, al pasar por sus casas se han ido uniendo a golpe de peine y brazada de agua. Todos preparados, tensos, comienza otra vez la jota: Esta es la plaza, señores. Esta es la plaza y no hay otra. Donde se tira la barra y juegan a la pelota Somos, en este momento, como los toreros triunfadores en la plaza. La emoción nos embarga el sentido del oído y no nos deja escuchar nuestras guitarras, nos hemos hecho un solo cuerpo y una sola alma. De esta manera, en mi Aranzueque, la Ronda acaba. |